Vistas a la página totales

1.31.2012

¿Qué es un síntoma?

Para el saber popular un síntoma está asociado a un malestar, a una disfunción, o para usar modismos más “re-buscados”, a una patología o un trastorno. Pero desde el área de la salud mental, no siempre el trastorno indica la presencia de un trastornado. Desde el modelo médico, el síntoma es el asunto a eliminar, a erradicar del paciente por ser la causa del padecimiento y malestar, entonces el paciente relata su sentir a quien posee un saber respecto de lo físico y biológico. Una vez el relato del paciente se ha avocado a la explicación del síntoma, entonces el médico pasa a ser el experto y el dueño de la verdad en torno a qué sucede, y no cabe duda que es gratificante que así sea, porque en los momentos de dolor físico es bueno contar con un experto. Mas para quienes nos formamos en psicoanálisis, el síntoma posee un valor agregado que no siempre apunta a la enfermedad, sino más bien hacia la cura. El síntoma es el que da indicios de lo que sucede, pero no solo por su mera existencia, sino por el esfuerzo de un sujeto por describir su complejo actuar sobre el estado anímico, en la búsqueda de dar sentido al malestar. Debemos considerar también que un síntoma es una alteración funcional que el paciente interpreta y que es subjetivo a cada individuo y que, al ser mediado por el lenguaje, lo real de la afección queda perdido, sacrificándose en el acto del habla componentes afectivos y emocionales que son imposibles de poner en palabras. Para acercarnos a la comprensión de la implicancia del lenguaje en nuestro ser, deberíamos comenzar desde la característica más elemental de él: su función. Para Lacan, el lenguaje no tiene la tarea de nombrar la realidad, sino más bien cumple el cometido de simbolizarla, por lo que el lenguaje es determinante respecto de lo real y no al revés. El lenguaje no designa objetos en particular sino conceptos, el Significante no nombra lo real ni arbitraria ni motivadamente, lo real se genera producto de que el Significante no alcanza a simbolizar todo, el lenguaje falla y es insuficiente. Por tanto lo Real es lo que queda por fuera de la significación. Si pensamos que el bebé humano entra al nacer en un mundo simbólico, donde el lenguaje le preexiste, entonces sus necesidades de afecto, cariño, alimentación, etc. quedan alteradas, subvertidas, modificadas y perdidas al pasar por el lenguaje. “El residuo de esa transformación del campo de las necesidades del viviente en el campo de la demanda a través del lenguaje y sus leyes es: el deseo” (M. Alvarez, 2005). El deseo es inarticulable, mas está articulado en el lenguaje, deslizándose metafórica y metonímicamente por la cadena de significantes. El deseo es aquello esencial que no logra articularse en el lenguaje y que existe justamente porque hay una falta. Y porque algo falta es que nos movemos en pos de hallar lo que nos completa. A diferencia del modelo médico, en el psicoanálisis la verdad queda ubicada del lado del paciente, quien se encuentra con sus síntomas que son los voceros y portadores de la verdad inconsciente y que representan, a modo de substituto, algo que el lenguaje dejó perdido en su incapacidad de simbolización de lo real. Y justamente porque algo no se puede decir, es que aparecen los síntomas psíquicos. Y es en la cadena de significantes donde la palabra plena se transforma en dueña de la verdad y apunta hacia la falta que es causante del padecer y que como su más importante cualidad se encuentra la subjetividad, la condición que le hace único. Podríamos preguntarnos ahora cuál es la función del terapeuta frente al relato del paciente. Si el síntoma aparece por la imposibilidad de articulación de lo real en el lenguaje, entonces lo que se busca en el dispositivo analítico es el “reordenamiento simbólico de un sujeto, que por no poder hablar se expresa con los síntomas,… que son expresión de conflictos inconscientes que no logran ser tramitados simbólicamente” (José E. Milmaniene, 2005). Claudio Lira Quezada

No hay comentarios.: