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1.30.2012

¿Indignados o Malestar en la Cultura?

En estos tiempos que corren parece ser que los “Indignados” asoman cada día con más fuerza y en los más diversos lugares del planeta. ¿Es que últimamente el sentimiento de malestar se ha generalizado? Quizás, aunque el malestar parece provenir desde hace ya algún tiempo y hay quienes aseguran que el dominio económico que se ejerce sobre el sujeto es uno de los más grandes causantes de tal malestar, el Malestar en la Cultura. En este vertiginoso mundo que se vive por estos días, donde predomina un constante malestar en la civilización que promueve el rechazo a la castración, es decir el rechazo a la subjetividad y a la falta -promotora del deseo-, la técnica está arraigada en el escape de la imposibilidad. En la actualidad la subjetividad se capta a sí misma como absoluta, expulsando a la imposibilidad, descartando la posibilidad de descompletamiento, la voluntad se desencadena en el mundo sin nada que la limite, sin nada que la divida en su verdad; estos son los días donde el dinero “plástico” permite comprar de todo en cómodas cuotas, y donde parece que luego de ver en los noticiarios millonarias estafas de las empresas retail, igual corremos a una multi-tienda a comprar lo que vimos en las publicidades. Al lugar de la falta va a parar un objeto del mercado que se ofrece para suturarla, con un plus de goce de imitación. En tanto el mercado de la tecnología provee esos objetos que están sujetos a una legalidad de la oferta y demanda. En el sujeto, la ciencia, el saber, emparejado con el mercado se ubicaría como respuesta para el “sujeto dividido”, saber puesto al servicio de obturar esa distancia estructural entre objeto (de deseo) y sujeto. No hay forma de introducir un desacuerdo en el discurso capitalista, por muy indignados que nos encontremos, porque su esencia no es económica, ni técnica, sino de plusvalía de goce. El discurso capitalista demanda ser obedecido, no dejando margen para la posición subjetiva, se está con él o se está en contra, y al estar con él se intenta recuperar el goce perdido por el sólo hecho de estar en la cultura. El discurso capitalista, como lazo social central de la época, hace que la palabra se convierta en blablá sin compromiso de quien la escucha, la palabra no se “com-promete”, es un decir que no dice, es palabra que pierde la dimensión de lo dicho y la imagen cobra relevancia. Son tiempos en que parece que el deseo y el amor quedaran de lado mientras se va directo al goce de ganar, comprar, poseer, etc., en donde las personas deben validarse continuamente frente al resto y se genera una circularidad en el consumo donde se instaura un régimen de todo vale para dilapidar el exceso. El discurso funciona en una circularidad sin interrupciones. ¿Cuál será el destino del discurso capitalista? Confiamos en que éste modelo, por muy inteligente y astuto que sea en su alegato, está destinado a romperse. Pero entonces ¿Qué nos depara el futuro? ¿Trueque, o un nuevo modelo aun desconocido? Quizás algún día lo sabremos, mas cualquiera que sea el destino, y sin importar cuán lejos o cercano se encuentre, será importante que el próximo discurso que se instaure en la cultura promueva a un sujeto con menos padecimiento y donde la palabra vuelva a estar plena de significación, ayudando al deseo a hacer de las suyas en el lenguaje. Claudio Lira Quezada

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